Sera cliché, será ordinario, será estúpido, será iluso, será inútil, pero hay algo que me cautiva de ciertas comedias románticas, la casualidad. No tengo claro el concepto de destino, de camino predestinado, de almas gemelas que de repente tropezaron en una avenida y ahora son felices para siempre. Pero las coincidencias, sea por leyes de la estadística o predestinación divina, existen.
Sabes tú esa escena? Caracterizada por una canción de ritmo alegre y una voz melodiosa? Los protagonistas se encuentran cada día, vamos a ponerlo en una tienda de café. Todas las mañanas buscan su café, café ordinario, día ordinario, propósito ordinario, pero se cruza una mirada, una mirada extraordinaria, que lleva a una sonrisa extraordinaria.
Ambos sujetos se ven más o menos con cierta frecuencia, no saben quiénes son, y sin embargo, eso los une y los alegra, empatía de horarios quizá? Me encantan esas escenas, porque en ese momento, esa sonrisa, esa mirada cómplice… todo es posible, si lo es, puede que sea nada, o que lo sea todo, pero justo ahí, ese milisegundo hay una chispa (si chispa…) que puede encender una llama eternal, o puede evaporarse en el viento…
Apartando el caramel que se acaba de empegostar en la melaza de lo anterior eso nos ocurre a todos, de alguna manera u otra, una especie de confirmación espacio-tiempo de que algo anda bien, de que tu historia se entrecruza con la historia de otro, o de otra cosa.
Por eso es que me encanta, me encanta el tren que siempre llega a la misma hora, me encanta el pavimento que ya espera todos los días mi huella, me encantan esos personajes cuyos rostros conozco y sus miradas comparto… y me encanta tu sonrisa todos los días cuando entro al salón.
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