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Gatos y Perros

Siempre quise tener un perro, me encantan, en verdad me encantan muchos animales, pero no es como si fuese a tener a un canguro de mascota. Los gatos también me encantan, a pesar de que son tan diferentes el uno del otro, digo, los perros son como los novi@s bob@s, los tratas mal y se siguen, siempre quieren cariño y son idiotamente leales, te van a querer no importa lo que les hagas, en pocas palabras son idiotas, incondicionales, y por eso es que a la gente les encantan, en verdad nos encanta la idea de que alguien nos va a querer tanto simplemente por una rascadita detrás de las orejas de vez en cuando y un plato de perrarina.

Los gatos en cambio, representan todo lo que no nos gustan de los humanos, no nos hacen caso, no nos jalan bola, no nos necesitan ni nos quieren, simplemente están ahí por conveniencia, nosotros no somos sus dueños ni nunca lo seremos, ellos se quedan porque saben que van a conseguir comida y casa, pero se pueden ir en cualquier momento sin remordimiento.

Nos gusta que nos jalen bola, que estén detrás de nosotros, que nos quieran incondicionalmente, despreciamos la traición, odiamos querer a alguien que no nos quiere de vuelta. Por eso creo que a mucha gente no le gusta los gatos, dicen que son “odiosos” yo creo que es que son como nosotros mismos, egoístas, mentirosos, traicioneros.

A mí los gatos me encantan, llegué a tener uno, pero nos dio una alergia terrible en la casa, se lo regalamos a alguien que lo adoraba, en una tienda de bicicletas, y vivía con otra serie de gatos en su tienda de bicicletas… bueno esa es otra historia de animales, la que les cuento hoy es otra.

Estaba en la terraza del apartamento (se le puede llamar terraza si es en planta baja?) y empecé a escuchar un maullido, le maullé de vuelta y el gato empezó a maullar más seguido y más fuerte, no sabía de donde venía el sonido, sería del gato del piso de arriba de los franceses? De repente un abominable gato negro me miró con sus penetrantes ojos amarillos mientras salía de los arbustos, como si lo hubiese invitado a tomar té, se metió en el apartamento, cruzó la sala y el comedor y cómodamente se metió debajo de la cama. Le puse un poco de leche pero no le interesaba, la probó y se quedó echado ahí. Al rato la vecina, una señora un poco mayor, lo andaba llamando, le pregunté como era su gato y su descripción coincidió con mi nuevo huésped. Un perrito seguía a la señora por los talones, ella entró igual de frescamente que el gato en el apartamento, y sacó al malhumorado gato de debajo de la cama, nos agradeció salió de la casa, con el gato en brazos y el perrito siguiéndola. Ahí tienen, la diferencia principal entre gatos y perros.

En otra nota, más tarde fuimos a ver nuestra futura casa, de vez en cuando vamos a visitarla, aunque todavía no es oficialmente nuestra, tiene un cartelito de “vendida” al frente, y sabemos que es por nosotros, es reconfortante… es casi perfecta, digo casi, porque lo único que no la hace perfecta es que tenía un hueco en el patio, que se hacía un charco cuando llovía, en verdad no era demasiado grande, pero lo suficiente para hacerla CASI y no perfecta. Descubrimos entonces el origen de ese hueco, cuando estábamos llegando, un conejo salió de una casa vecina, corrió por la calle y se metió a nuestra futura casa. Creo que tendremos que poner una malla en la cerca, a menos de que alguien en la casa quiera tener un conejo mascota, quién sabe…

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